Una concepción sobre la vigencia e importancia del Estado... Una visión no tan lejana a caulquier estado y porsupuesto con miras al modelo de Estado Mexicano.
Resulta que el Estado es para muchos una ficción jurídica, o un ente abstracto, o una entidad intangible, entre otras cosas.
Pero en realidad nadie conoce al Estado, éste se percibe, pero es intagible, nadie lo conoce o lo ha visto pasar, pero todos sabemos que el Estado existe, que se creó, siguiendo las teorías contractualistas, algunas de las cuales hemos mencionamos, por medio de un contrato social, buscando protección, seguridad, certidumbre, o por la teoría que quieran, pero de que nos dimos, de que creamos al Estado, no hay duda ¿o sí?
Se creó aquel Leviatan, el que todo lo podía y todo lo controlaba, pero también se creó el Estado porque necesitábamos reglas, orden, e incluso identidad.
Para Aristóteles el hombre es un animal político, un animal sociable, y es así porque es el único capaz de vivir en sociedad, de convivir, de organizarse, de comunicarse, es un animal político por naturaleza, pero, digo yo, es también un animal político por necesidad e incluso por elección, es decir, el hombre para sobrevivir necesita agruparse, religarse, organizarse social y políticamente, dictarse reglas de conducta e incluso de actitud.
Los cambios en el Estado “moderno” han puesto en jaque las viejas ideas contractualistas del Estado, la idea de necesidad del Estado se ha puesto en entredicho, pero resulta que a ese “jaque” le falta el “mate”, pues ¿cómo vivir sin el Estado?
Si bien la “modernidad” ha traído cambios profundos, donde las tareas del Estado se han visto debilitadas o incluso en muchas ocasiones ha sido sustituido por los mismos integrantes del Estado, esto no quiere decir que ya no necesitemos al Estado, sólo quiere decir que el Estado se ha transformado, que sus funciones han cambiado, pero ¿a poco el Estado no nos sigue brindando identidad? ¿A poco el Estado no aminora nuestro sentimiento de vulnerabilidad?
Tal vez seriamos una sociedad autogobernable, autorregulada, pero ¿qué no es esto uno de los motivos por el que nos dimos al Estado? ¿No se supone que por eso creamos al Estado, y le cedimos parte de nuestra soberanía para que, entre otras cosas, nos regulara y gobernara, pero al tener el consenso de sus integrantes nos sintiéramos autogobernados y autorregulados?
Si prescindiéramos del Estado estoy casi seguro (no hay que generalizar) que crearíamos otro nuevo, pues no podríamos vivir sin el Estado, tal vez le pondríamos nuevo nombre, pero a fin de cuentas el Estado existirá, y no podremos prescindir de él. HD
Ricardo Hernández Montes de Oca, Estudiante de la Maestría en Derecho, UNAM.
Pero en realidad nadie conoce al Estado, éste se percibe, pero es intagible, nadie lo conoce o lo ha visto pasar, pero todos sabemos que el Estado existe, que se creó, siguiendo las teorías contractualistas, algunas de las cuales hemos mencionamos, por medio de un contrato social, buscando protección, seguridad, certidumbre, o por la teoría que quieran, pero de que nos dimos, de que creamos al Estado, no hay duda ¿o sí?
Se creó aquel Leviatan, el que todo lo podía y todo lo controlaba, pero también se creó el Estado porque necesitábamos reglas, orden, e incluso identidad.
Para Aristóteles el hombre es un animal político, un animal sociable, y es así porque es el único capaz de vivir en sociedad, de convivir, de organizarse, de comunicarse, es un animal político por naturaleza, pero, digo yo, es también un animal político por necesidad e incluso por elección, es decir, el hombre para sobrevivir necesita agruparse, religarse, organizarse social y políticamente, dictarse reglas de conducta e incluso de actitud.
Los cambios en el Estado “moderno” han puesto en jaque las viejas ideas contractualistas del Estado, la idea de necesidad del Estado se ha puesto en entredicho, pero resulta que a ese “jaque” le falta el “mate”, pues ¿cómo vivir sin el Estado?
Si bien la “modernidad” ha traído cambios profundos, donde las tareas del Estado se han visto debilitadas o incluso en muchas ocasiones ha sido sustituido por los mismos integrantes del Estado, esto no quiere decir que ya no necesitemos al Estado, sólo quiere decir que el Estado se ha transformado, que sus funciones han cambiado, pero ¿a poco el Estado no nos sigue brindando identidad? ¿A poco el Estado no aminora nuestro sentimiento de vulnerabilidad?
Tal vez seriamos una sociedad autogobernable, autorregulada, pero ¿qué no es esto uno de los motivos por el que nos dimos al Estado? ¿No se supone que por eso creamos al Estado, y le cedimos parte de nuestra soberanía para que, entre otras cosas, nos regulara y gobernara, pero al tener el consenso de sus integrantes nos sintiéramos autogobernados y autorregulados?
Si prescindiéramos del Estado estoy casi seguro (no hay que generalizar) que crearíamos otro nuevo, pues no podríamos vivir sin el Estado, tal vez le pondríamos nuevo nombre, pero a fin de cuentas el Estado existirá, y no podremos prescindir de él. HD
Ricardo Hernández Montes de Oca, Estudiante de la Maestría en Derecho, UNAM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario